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¿ Nos importa más encontrar una causa o la felicidad de nuestros hijos ?

El siguiente artículo explica brevemente los cambios bio psicosocial que suele experimentar un/a adolescente del Siglo XXI, otorgándosele especial énfasis a la vivencia de adolescentes transexuales. Igualmente, se proponen sugerencias prácticas para orientar a los padres para apoyar a sus hijas/os, de manera en que sus potencialidades se puedan desarrollar integral y sanamente.

La adolescencia es la época del desarrollo en la que los seres humanos transitamos desde nuestra historia infantil hacia la búsqueda, descubrimiento y construcción de la identidad. Algunos autores afirman que existe un proceso llamado ‘individuación’, en el que la/el adolescente se separa de la identidad de los padres, para constituir una autonomía emocional, moral, social y física. Asimismo, esta diferenciación viene reforzada por cambios fisiológicos y sociales; el cerebro y las hormonas se modifican, el cuerpo expone características sexuales secundarias más definidas y la sociedad tiene expectativas más o menos normativas de lo que la persona debería ser (Cameron, 2004). Todos estos aspectos constituyen estresores que explican en parte la ansiedad y angustia de muchos/as adolescentes. Consecuentemente, para que la búsqueda de identidad sea exitosa y se configure una personalidad emocional, cognitiva y socialmente saludable, es esencial el rol parental.

Más aún, un/a adolescente transexual debe añadir a todos estos factores, la profunda inconformidad que siente hacia su sexo biológico, sumando además el ambiente hostil y discriminatorio que en muchas ocasiones le acompaña, tanto por parte de pares como de adultos. En ese contexto, el apoyo parental será determinante en la configuración de su personalidad, así como también en su salud mental presente y futura (Simons, et al., 2013).

Los avances en tecnología de Imagen por Resonancia Magnética han permitido una observación más directa de la actividad cerebral. Específicamente, durante la adolescencia existe una disminución de materia gris en las zonas frontales del cerebro (Blakemore, 2012), implicadas en planificación, control de impulsos, capacidad reflexiva, entre otras. También hay mayor receptividad del Sistema Límbico respecto de los estímulos externos, lo que explica la alta reactividad emocional durante esta época, comparada a otros estadios del desarrollo (Lenroot R y Giedd J, 2006).

De igual modo, las estadísticas corroboran que, en la adolescencia se presenta la mayor cantidad de inicio de trastornos mentales y de la personalidad, siendo el promedio los 14 años. Así, trastornos como bipolaridad, depresión, trastornos ansiosos y alimentarios, psicosis y abuso de sustancias, comienzan con mayor frecuencia durante la adolescencia (Kessler et al, 2005).

En relación a adolescentes transexuales, la investigación sugiere que están aún más vulnerables a generar psicopatología, producto de la discriminación social y la baja autoestima que les provoca el rechazo a su sexo biológico, exponiendo por tanto mayor probabilidad de desarrollar depresión, consumo de sustancias, ideación y conducta suicida, entre otras (Aramburu, 2016). En ese contexto, es fundamental que los padres actúen preventivamente, promoviendo el bienestar biopsicosocial de las hijas/os. Un ambiente familiar contenedor puede disminuir significativamente las secuelas emocionales causadas producto de la discriminación socio-cultural de un niño, niña o adolescente (NNA) transexual.

Para esto, es necesario establecer canales de comunicación democráticos, basados en la escucha, respeto y cariño. Así, el NNA sentirá la confianza y tranquilidad de expresar sus inquietudes y alegrías sin miedo y desconfianza. De igual forma, estará más dispuesta/o a dejarse aconsejar por sus padres. Contrariamente, sobre todo durante la adolescencia, cuando la persona no encuentra ese ‘colchón de soporte’ en su núcleo familiar, tenderá a buscar aceptación, evasión y sentido de pertenencia en otros lugares, muchas veces más riesgosos, sea a través del consumo abusivo de sustancias, sexualidad irresponsable, conductas oposicionistas.

Así, conscientes de que el/la adolescente tiene una fisiología cerebral que lo lleva a ser más impulsivo y menos reflexivo/a, se recomienda que más que tratar de evitar a toda costa dichas conductas y tomar una postura castigadora y moralista, será más eficiente orientar, escuchar y entablar conversaciones que generen un aprendizaje en el/la adolescente a partir de sus experiencias. Esto estimularía positivamente su función reflexiva, la cual se encuentra fisiológicamente más disminuida que en otros estadios del desarrollo (Lenroot and Giedd 2006).

Por otra parte, es importante mencionar que la evidencia sugiere que adolescentes que continúan con disforia de género luego de finalizar la infancia, tienen probablemente una identidad de género que los acompañara toda la vida (Aramburu, 2016). Así, intentar forzar una conformidad hacia su sexo biológico, traerá consigo sufrimiento y malestar emocional que podría dejar secuelas psicológicas para el resto de la vida. Entonces, en este proceso de comprensión de la identidad de género del/la adolescente, es recomendable buscar ayuda profesional (psicológica, psiquiátrica), para clarificar dudas, así como para ayudar a la familia a tomar decisiones y actitudes que promuevan la salud mental del/la adolescente.

Un estudio realizado a 66 personas transexuales entre las edades de 12 y 24 años, concluyó que aquellos con vivencia positiva de apoyo familiar, mostraron significativamente menos síntomas depresivos, conductas irresponsables, mayor capacidad de resiliencia, así como mejor calidad de vida en general, que aquellos que recibían rechazo familiar (Simons, et al., 2013). Similarmente, la evidencia sugiere que personas criadas en un ambiente donde se permite la manifestación de la individualidad y autenticidad, desarrollarán mayores capacidades cognitivas y emocionales que quienes crecen en un entorno familiar en que se presiona a ser un ‘reflejo de lo que sus padres esperan de ellos’ (Aramburu, 2016).

Respecto de la sexualidad, aspecto fundamental durante toda la vida del ser humano, es importante destacar que ésta se descubre, y que cada persona puede tener maneras y ritmos distintas de enfrentarla y sentirla. En ese sentido, es importante que los padres observen desde pequeños las conductas sexuales e identidad de género de sus hijos/as. Asimismo, ofrecerles espacios acogedores de comunicación y educación sexual, favoreciendo la exploración de su propia identidad, así como conductas sexuales responsables. Por ejemplo, podría ser que un NNA manifieste desde la temprana infancia disconformidad con su sexo biológico, pero también sucede que hay personas que, durante el periodo de la adolescencia, al desarrollar características sexuales secundarias más evidentes, tome recién consciencia de aquella disforia y la manifieste (Simons, et al., 2013). En ese sentido, más que juzgar o minimizar la manifestación, es recomendable acompañar al adolescente según las necesidades que éste manifieste, sean concretamente el deseo de cambiar el sexo o sean de exploración y descubrimiento. Hay que intentar comprender la individualidad de la persona y respetar la particularidad de su vivencia.

Respecto del área educacional, la escuela donde se desarrolle el NNA, impactará de manera importante en su desarrollo emocional y cognitivo. En ese sentido, una escuela en la que los profesores posean herramientas éticas y técnicas para prevenir y manejar el bullying, así como donde se respete y celebre la diferencia, constituye el ambiente ideal para que cualquier NNA se desarrolle integralmente (Luecke, 2016). Esto resulta particularmente relevante en el caso de NNA transexuales, puesto que una escuela que no valora y dignifica la diversidad, genera que personas que se diferencian de ese ‘patrón común’, sean discriminados y se sientan emocionalmente poco apoyados. Todo esto conlleva altos niveles de estrés y probable desarrollo de depresión y baja autoestima, dificultando el aprendizaje (Luecke, 2016) y provocando daños a nivel cognitivo, emocional y neurobiológico. Por ejemplo, la neurociencia corrobora que la depresión y/o estrés sostenido provocan exceso de Cortisol, resultando esto en muerte neuronal y, por tanto, disminuyendo el funcionamiento cognitivo (Herber, 2012). Cuando un NNA se siente emocionalmente protegido, así como valorado en su ser, también se potencia su capacidad intelectual y, por ende, su capacidad de aprendizaje.

Aunque cada vez en menor medida, debido a una lenta pero progresiva mejora en una perspectiva educacional que da la bienvenida a la diversidad en todos sus aspectos (sociales, culturales, sexuales, étnicas, etcétera), estudios muestran que adolescentes transexuales han presentado un menor porcentaje que termina la escuela. Esto se debe al constante hostigamiento por parte de profesores y pares, generándoles malestar emocional, llevándoles a declinar de instituciones educativas con mayor frecuencia que otros adolescentes (Luecke, 2016).

RECOMENDACIONES GENERALES

En base a lo expuesto, se destaca la necesidad de que los padres establezcan caminos de comunicación basados en respeto, confianza y aprendizaje experiencial, por sobre metodologías castigadoras y autoritarias. Esto es recomendable tanto en la niñez como en la adolescencia.

El permitir que el NNA manifieste su individualidad y descubrimiento de su ser de manera transparente en su entorno familiar, favorecerá un desarrollo biopsicosocial saludable. Asimismo, entendiendo que la adolescencia es una época de menor control de impulsos y asociada a mayores conductas del riesgo, temas como sexualidad, consumo de sustancia, entre otros, no debiese ser tabú, ni inspirar miedo, sino por el contrario, los padres debiesen proveer al respecto, en un contexto de orientación, pero a la vez, de contención.

Frente a la manifestación de disconformidad con el sexo biológico por parte del NNA, como padres se debiera responder con empatía, escucha activa y con ánimo de colaborar respetuosamente en el proceso de descubrir la identidad de género de su hijo/a.

Por otro lado, es altamente recomendable pedir ayuda a profesionales calificados en diversidad sexual, para favorecer el bienestar biopsicosocial del hijo/a, así como la toma de decisiones adecuadas conforme a las necesidades particulares de cada adolescente. Para esto, apoyo multidisciplinario de endocrinólogo, psiquiatra, psicólogo, así como organizaciones entendidas en la materia, probablemente entregarán un soporte que ayudará a los padres y al mismo/a adolescente a tomar las mejores decisiones y disminuir riesgos.

Asimismo, en muchas ocasiones, los padres desarrollan depresión a causa de los miedos que genera el amplio desconocimiento social respecto diversidad sexual, sobre acerca de Transexualidad. Dichas manifestaciones son entendibles, por lo que también el asesoramiento y apoyo emocional a los padres es fundamental para ir derribando mitos y facilitando el camino para un desarrollo integral del NNA.

Finalmente, es recomendable considerar seriamente cambiar al adolescente de institución educacional, si ésta profesase una ideología discriminativa y no integradora, puesto que es probable que tanto profesores como pares provean un hostigamiento dañino, particularmente en una época en que la persona es altamente sensible a la opinión de los pares. Se debiera buscar un ambiente educacional en que se promueva el respeto y se celebre la diversidad.

"Varinia Leiva Peña, 2016 Psicóloga Clínica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile Magister en Ciencias de la Mente y el Cerebro, University of Sydney, Australia. vleiva.psicologa@gmail.com

  • - REFERENCIAS: Aramburu Alegría, C. (2016) ‘Gender nonconforming and Transgender children/youth: Family, community, and implications for practice’, Journal of the American Association of Nurse Practitioners, p. n/a–n/a
  • - Blakemore, SJ 2012, ‘Imaging brain development: the adolescent brain’, NeuroImage; 61(2):397-406.
  • - Cameron, J. (2004) ‘Interrelationships between Hormones, Behavior, and Affect during Adolescence: Understanding Hormonal, Physical, and Brain Changes Occurring in Association with Pubertal Activation of the Reproductive Axis’, Annals of the New York Academy of Sciences . 1021: 110-123
  • - Herbert, J. (2012) ‘Cortisol and depression: Three questions for psychiatry’, Psychological Medicine, 43(03), pp. 449–469.
  • - Kessler, R, et al 2005, ‘Lifetime prevalence and age of onset distribution of DSM IV disorders in the National Comorbidity Survey Replication’, Arch Gen Psychiatry, Vol. 62, pp.593-602.
  • - Lenroot RK and Giedd JN. (2006), ‘Brain development in children and adolescents: insights from anatomic magnetic resonance imaging’, Neuroscience & biobehavioral reviews; 30(6):718-729
  • - Luecke, J.C. (2011) ‘Working with Transgender children and their classmates in Pre-Adolescence: Just be supportive’, Journal of LGBT Youth, 8(2), pp. 116–156.
  • - Simons, L., Schrager, S. M., Clark, L. F., Belzer, M., & Olson, J. (2013). Parental support and mental health among transgender adolescents. Journal of Adolescent Health, 53, 791–793.
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